El elefante
Sin
embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos
centímetros en la
tierra. Y aunque
la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de
arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad,
arrancar la estaca y huir.
El
misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?, ¿Por qué no huye?. Cuando tenía
cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes.
Pregunte entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio
del elefante. Alguno de ellos me explico que el elefante no se escapaba porque
estaba amaestrado.
Hice
entonces la pregunta obvia: -Si esta amaestrado ¿por qué lo encadenan? No
recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide
del misterio del elefante y la estaca... y solo lo recordaba cuando me
encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace
algunos años descubrí que por suerte para mi alguien había sido lo bastante
sabio como para encontrar la respuesta: "El elefante del circo no escapa
porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño".
Cerré los ojos y me imagine al pequeño recién nacido sujeto a la
estaca. Estoy seguro
de que en aquel momento el elefantito empujo, tiro y sudo tratando de soltarse,
y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy
fuerte para él, juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a
probar, y también al otro y al que seguía... Hasta que un día, un terrible día
para su historia, el animal acepto su impotencia y se resignó a su destino.
Este
elefante enorme y poderoso no escapa porque cree que NO PUEDE. Él
tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que
sintió poco después de nacer, y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar
seriamente ese registro, jamás... jamás... intento poner a prueba su fuerza
otra vez... Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el
mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que
un montón de cosas "no podemos" simplemente porque alguna vez
probamos y no pudimos.
Grabamos
en nuestro recuerdo: No puedo... No puedo y nunca podré, crecimos portando ese
mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar.
La única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo TODO TU CORAZÓN.
Atento Recado
Profesora:
Me atrevo a escribirle porque el trato abierto y de
verdadera camaradería que usted les despensa a sus alumnos, entre ellos a mi
hijo, me ha dispuesto para ello. He observado su dedicación para revisar los
trabajos que mi hijo le presenta. Francamente la felicito, porque es usted
asidua y puntual.
En junio, Miguelito terminará su educación primaria, por
segundo año consecutivo estará bajo su dirección. En términos generales, las
calificaciones que recibió son buenas. Sin embargo, aun cuando en matemáticas
rara vez se equivoca, no le gusta ayudarnos cuando calculamos cuentas en
nuestro negocio.
Me gusta su promedio de 10 en Ciencias Naturales, pero es
francamente descuidado en su higiene y come por gusto y en exageración, Corn
Flakes, Gansitos y Mantecadas, y he visto que prefiere los refrescos a la leche.
Sabe mucho de Historia de otros países y aún del nuestro,
pero difícilmente se interesa por lo que sucede en Polonia, Centroamérica,
sobre la terrible matanza de los palestinos o la nacionalización
de los bancos, ya no digamos de los problemas de la ciudad nuestra.
El profesor Rodríguez (de educación Física) lo selecciona
siempre para el equipo de Basquetbol, y a mi muchacho le encanta el juego, pero
he observado que se burla de los contrarios y generalmente huye del ejercicio.
Usted se ha dado cuenta que cuando trata él de identificar
partes de la oración, dar clasificaciones gramaticales, o escribir sin faltas
de ortografía, lo hace más o menos bien, pero algo pasa, porque no le gusta
escribirle a nadie y difícilmente lo convencemos de que diga lo que piensa, ni
siquiera a nosotros que siempre lo atendemos.
No es que me queje, simplemente que algo le falta de
conectar en esta actividad tan compleja.
No le escribo solamente por mi hijo, que es el último que
me queda en primaria. Pienso en tantos otros niños que se beneficiarían si sus
reuniones académicas trataran temas como este.
Le agradezco infinito sus atenciones.
Un padre de familia
Qué fácil es juzgar
El primer día de clases la maestra Tomasa se enfrentó a sus alumnos de quinto grado, les dijo que ella trataba a todos los alumnos por igual y que ninguno era su preferido. Sentado en la primera fila estaba Pedrito, un niño antisocial, con una actitud intolerable, el cual siempre andaba todo sucio y despeinado. El año anterior, la maestra Tomasa había tenido a Pedrito en una de sus clases y lo veía como un niño muy antipático. Ella siempre le daba mucho gusto poder marcar con lápiz rojo todo el trabajo que Pedrito entregaba.
En la escuela en la que la maestra Tomasa enseñaba se le
requería revisar el archivo de historia de cada alumno y el de Pedrito fue el
último que ella revisó. Cuando ella empezó a leer el archivo de Pedrito, se
encontró con varias sorpresas.
La maestra de Pedrito de primer año escribió: “Pedrito es un niño muy brillante y
muy amigable, siempre tiene una sonrisa en sus labios. Él hace su trabajo a
tiempo y tiene muy buenos modales. Es un placer tenerlo en mi clase”.
La maestra de segundo grado: “Pedrito es un alumno ejemplar, muy
popular con sus compañeros, pero últimamente muestra tristeza porque su mama
padece de una enfermedad incurable”.
La maestra de tercer grado: “La muerte de su mama ha sido muy
difícil para él. El trata de hacer lo mejor que puede pero sin interés. Tampoco
el papá demuestra ningún interés en la educación de Pedrito. Si no se toman
pasos serios, esto va a afectar la vida de Pedrito”.
La maestra de cuarto grado escribió: “Pedrito no demuestra interés en la
clase, cada día sé cohíbe más. No tiene casi amistades y muchas veces se duerme
en clases”.
Después de leer esto, la maestra Tomasa sintió vergüenza
por haber juzgado a Pedrito sin saber las razones de su actitud. Se sintió peor
cuando todos sus alumnos le entregaron regalos de navidad envueltos en
finos papeles con excepción del regalo de Pedrito que estaba envuelto en un
cartucho de la tienda. La maestra Tomasa abrió todos los regalos y cuando abrió
el de Pedrito, todos los alumnos se reían al ver lo que se encontraba dentro.
En el cartucho había una botella con un cuarto de perfume y un brazalete el
cual le faltaba alguna de las piedras preciosas. Para suprimir las risas de sus
alumnos, ella se puso inmediatamente aquel brazalete y sé hecho un poco de
perfume en cada muñeca. Ese día Pedrito se quedó después de la clase y le dijo
a la maestra: “Maestra Tomasa usted huele como mi mama”. Después de que todos
los niños se fueron, la maestra Tomas se quedó llorando por una hora. Desde ese
día ella cambio su materia. En vez de enseñarles lectura, escritura y
aritmética, escogió enseñar a los niños.
La maestra Tomasa empezó a ponerle más atención a
Pedrito. Ella notaba que mientras más ánimos le daban a Pedrito, más
entusiasmado reaccionaba él. Al final del año, Pedrito se convirtió en él más
inteligente de la clase y a pesar de que la maestra Tomasa había dicho el
primer día de clases que todos los alumnos iban hacer tratados por igual,
Pedrito era su preferido.
Pasaron 6 años y la maestra Tomasa recibió una nota de
Pedrito, en el cual decía que se había graduado de la secundaria y que había
terminado en tercer lugar. También le decía que ella era la mejor maestra que él
había tenido. De ahí pasaron varios años hasta que la maestra volvió a recibir
noticias de Pedrito. Esta vez, él le escribía que se le había hecho muy difícil
pero que muy pronto se graduaría del bachillerato con honores y que había
decidido seguir su educación, repitiéndole a la maestra Tomasa que ella seguía
siendo la mejor maestra que tuvo en su vida. Pasaron 4 años más cuando la
maestra Tomasa vuelve a saber de Pedrito. En esta carta él le explicaba que
había adquirido su título. En esa carta también le recordaba que ella había
sido la mejor maestra que él había tenido en su vida. Esta vez firmada con “Dr.
Pedro Altamira”.
Pero el cuento no termina ahí. En primavera, la maestra
Tomasa volvió a recibir una carta de Pedrito donde le explicaba que había
conocido a una muchacha con la cual se iba a casar y que su papá había fallecido
varios años atrás y quería saber si la maestra podía asistir a la boda y tomar
el lugar reservado para los padres del novio. Claro que la maestra Tomasa
acepto con mucha alegría y sabes qué hizo?. El día de la boda, ella se puso
aquel brazalete sin brillantes que Pedrito le había regalado, y también el
perfume que la mama de Pedrito usaba. Cuando se encontraron, se abrazaron muy
fuerte y el Dr. Altamira le dijo en el oído muy bajito: “Maestra Tomasa, gracias por haber
creído en mí. Gracias por haberme hecho sentir que era importante y que yo
podía hacer la diferencia”. La
maestra, con lágrimas en los ojos, le respondió: “Pedro, tu estas equivocado. Tú
fuiste el que me enseño que yo podía hacer la diferencia. Yo no sabía enseñar hasta que te conocí
a ti”.
El niño pequeño
Una vez un niño pequeño fue a la escuela, era
bastante pequeño y era una escuela muy grande, pero cuando el niño pequeño
descubrió que podía entrar a su salón de clases desde la puerta que daba al
exterior estuvo muy feliz, y la escuela ya no le parecía tan grande; una mañana
cuando había estado durante un tiempo en la escuela, la maestra dijo: “Hoy
vamos hacer dibujos” -¡Qué bien!- pensó el pequeño, le gustaba hacer dibujos,
podía hacerlos de todas clases: tigres, pollos, vacas, trenes y barcos; saco su
caja de crayolas y empezó a dibujar. Pero la maestra dijo: ¡Esperen! Aún no es
tiempo de empezar y espero a que todos estuvieran listos, ahora, dijo la
maestra; vamos a dibujar flores.
El niño mira la flor que había hecho la maestra y luego
vio la que él había pintado, le gustaba más la suya, más no lo dijo, sólo
volteó la hoja e hizo una flor como la de la maestra, era roja con el tallo
verde.
Otro
día la maestra dijo: “Hoy vamos hacer trabajos de plastilina” -¡Qué bien! Pensó
el pequeño, le gustaba la plastilina, podía hacer toda clase de cosas con ella,
víboras, hombres de nieve, ratones, carros, camiones y empezó a estirar y
revolver su bola de plastilina pero la maestra dijo: ¡Esperen, aún no es tiempo
de empezar! Y espero a que todos estuvieran listos. Ahora, -dijo la
maestra-, vamos a hacer un plato, -¡Qué bien! – Pensó el pequeño, le gustaba
hacer platos y comenzó hacerlos de todas formas y tamaños.
Entonces
la maestra dijo:
-¡Esperen
yo les voy a enseñar cómo!- Y les mostró como hacer un solo plato hondo.
“Ahora
ya pueden empezar”. El pequeño miro el que había hecho la maestra, luego
vio los que él había formado; le gustaban más los suyos, pero no lo dijo. Solo
revolvió otra vez la plastilina e hizo un plato como el de la maestra, era un
plato hondo.
Muy
pronto el pequeño aprendió a esperar, a ver y hacer cosas iguales a las de la
maestra y no hacia más lo que él pensaba.
Luego
sucedió que el niño y su familia se mudaron a otra casa en otra ciudad, y el
pequeño tuvo que ir a otra escuela, esta escuela era más grande que la otra y
no había puerta del exterior al salón, y el primer día, la maestra dijo: “Hoy
vamos hacer un dibujo”- muy bien- pensó el niño, y espero a que la
maestra dijera como, pero la maestra no dijo nada, sólo caminaba por el salón.
Cuando
llegó ante el pequeño dijo: -¿No quieres hacer un dibujo?- sí –contesto el
pequeño y preguntó: ¿Qué vamos hacer? –no sé, hasta que lo hagas –dijo la maestra-
si todos hicieran el mismo dibujo y usaran los mismos colores, cómo sabría yo
que hizo cada quien. No sé, contesto el niño y empezó hacer una flor roja con
un tallo verde.
Autor: Bucklein Helen.
PAPI ¿Tienes tiempo para mi?
Papi ¿Cuánto ganas? Dijo el pequeño con voz tímida fijando sus expresivos
ojos en su agotado padre que llegaba del trabajo. ---No molestes, hijo, No vez
que vengo muy cansado--, “¿Pero, papi, Dime por favor?, ¿Cuánto gana? Insistió el niño. Respondió el hombre irritado con tal de quitárselo de encima: Doscientos pesos al día.
El niño se
saco la mano del saco y le dijo, Papi, ¿me prestas cien pesos? y el padre monto
en cólera y tratando con brusquedad al niño, le dijo: así que para eso querías
saber cuanto gano. Vete a dormir y no me
estés molestando, muchacho aprovechado.
Ya había caído la noche cuando el padre se puso a meditar sobre lo
ocurrido. El incidente lo hizo sentirse culpable. Tal vez su hijo quería
comprar algo… Había estado muy ocupado en el trabajo últimamente y no esta al
tanto de los acontecimientos del hogar. Queriendo descargar su conciencia
dolida, se asomo a la habitación del pequeño.
Hijo, ¿estas dormido? El niño abrió los ojos a medias. Aquí tienes el
dinero que me pediste. ¿Para que lo querías? Tallándose los ojos, su hijo metió
la manita debajo de su almohada y saco varios billetes arrugados. Es que quería completar, ¿Me vendes un día de tu tiempo?.
La sentida oración de un niño
Transformame en un
televisor, para que mis padres me cuiden como cuidan al televisor, para que me
miren con el mismo interés con que mi madre mira su teleserie preferida o mi
padre su programa deportivo.
Quiero sentir sobre mi la
preocupación que experimentan mis padres cuando el televisor comienza a fallar,
rápidamente llaman al técnico.
Quiero hablar
como ciertos animadores que cuando lo
hacen, toda mi familia calla para
escucharlos con atención, sin interrumpirlos. Deseo ver a mi madre suspirar
frente a mi como lo hace cuando ve los trajes de la última moda, o ver reír a
mi padre como lo logra el humorista o comediante de modo, o simplemente que me
crean cuando les cuento mis historias de fantasías, diciendo: ¡ Es cierto ¡ lo
vi en la tele.
La historia del Carpintero
Había una vez un viejo carpintero que, cansado ya
de tanto trabajar, estaba listo acogerse al retiro y dedicarle tiempo a su
familia. Así se lo comunico a su jefe, y aunque iba a extrañar su salario,
necesitaba retirarse y estar con su familia; de alguna forma sobrevivirían. Al
contratista le entristeció mucho la noticia de que su mejor carpintero se
retiraría y le pidió de favor que si le podía construir una casa más antes de
retirarse. El carpintero aceptó la proposición del jefe y empezó la
construcción de su última casa, a medida que pasaba el tiempo, se dio cuenta de
que su corazón no estaba lleno en el trabajo.
El carpintero sintió que el mundo se le iba…Grande
fue la vergüenza que sintió al recibir la llave de la casa, su casa. Si tan
solo él hubiese sabido que estaba construyendo su propia casa, lo hubiese hecho
todo de una manera diferente.
Así también pasa con nosotros. A diario
construimos relaciones en nuestras vidas, y en muchas ocasiones ponemos el
menor esfuerzo posible para hacer que esa relación progrese. Entonces, con el
tiempo es que nos damos cuenta de la necesidad que tenemos de esa relación. Si
lo pudiésemos hacer de nuevo lo haríamos
totalmente diferente. Pero no podemos regresar.
Tú eres el carpintero. Cada día martillas un
clavo, pones una puerta o eriges una pared. Alguien una vez dijo: “La vida es
un proyecto que haces tu mismo. Tus actitudes y las selecciones que haces hoy
construyen la casa en la cual vivirás mañana”.
Trabajo en equipo
El próximo otoño cuando veas a los gansos
dirigiéndose hacia el
sur para el invierno, fíjate que vuelan formando una V. Tal vez te
interese saber lo que la ciencia ha descubierto acerca del porqué vuelan
en esa forma. Se ha comprobado que cuando cada pájaro bate sus alas,
produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va detrás de
él. Volando en V la bandada aumenta por lo menos un 71% más de su
poder que si cada pájaro volara sólo. Las personas comparten una
dirección común y tienen sentido de comunidad pueden
llegar a donde
deseen más fácil y rápidamente porque van apoyándose mutuamente.
Cada vez que un ganso se sale de la formación siente
inmediatamente la resistencia al
aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo sólo y rápidamente regresa
a su formación para beneficiarse del poder del compañero de adelante. si
nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos
mantendríamos con aquellos que se dirigen en nuestra misma dirección.
Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a
uno de los puestos de atrás
y otro ganso toma su lugar. Obtenemos mejores resultados si
tomamos turnos haciendo los trabajos más difíciles. Los gansos que van
detrás graznan (producen el sonido propio de ellos) para alentar a los
que van adelante a mantener la velocidad. Una palabra de aliento
produce grandes beneficios.
Finalmente,
cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros dos
gansos se salen de formación y lo siguen para ayudarlo
y protegerlo. Se quedan acompañándolo hasta que esté nuevamente
en condiciones de volar o hasta que muere, y sólo entonces los
dos acompañantes vuelven a su bandada o se unen a otro grupo. Si
nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos
uno al lado del otro apoyándonos y acompañándonos.
Moraleja: Si alguien los
llama gansos a ustedes, piensen en lo que han leído, aun
cuando sean unos verdaderos gansos!
La Historia de un Soldado
Una historia que fue contada por un
soldado que pudo regresar a casa después
de haber peleado en la guerra de Vietnam. Le hablo a sus padres desde San
Francisco: Mamá, Papá, voy de regreso a casa, pero
les tengo que pedir un favor, traigo a un amigo que me gustaría que se quedara
con nosotros.
Claro, le contestaron, nos encantara conocerlo. Hay algo que deben de saber, ....el
hijo siguió diciendo..... el fue herido en la guerra; piso una mina de tierra y perdió un brazo y una
pierna. El no tiene adonde ir, y quiero que se venga a vivir con nosotros a casa.
Siento mucho escuchar eso hijo, a lo
mejor podemos encontrar un lugar en donde el se pueda quedar. No, .....mamá ....papá.... yo quiero
que el viva con nosotros....Hijo.... le dijo el padre, tu no
sabes lo que estas pidiendo, alguien que
esta tan limitado físicamente puede ser un gran peso para la familia.
Nosotros tenemos nuestras propias
vidas que vivir, y no podemos dejar que algo como esto interfiera en nuestras
vidas. Yo pienso que tu deberías de regresar a casa y olvidarte de esta
persona. El encontrará una manera de la que pueda vivir solo.
En ese momento el hijo colgó la bocina
del teléfono. Los padres ya no volvieron a escuchar
de él. Unos cuantos días después, como sea,
los padres recibieron una llamada
telefónica de la policía de San
Francisco.... su hijo había muerto después de haberse lanzado de lo alto de un
edificio. Fue lo que les dijeron. La policía creía que era un
suicidio.
Los padres destrozados por la noticia,
volaron a San Francisco y fueron llevados a la morgue de la ciudad para que identificaran
a su hijo. Ellos lo reconocieron; para su
horror, descubrieron algo que no sabían,
su hijo tan solo tenia un brazo y una pierna.
Los padres de esta historia son como
muchos de nosotros. Encontramos muy fácil el amar a las personas que son hermosas
por fuera o que son entretenidas, pero
no nos gusta la gente que nos hace sentir alguna inconveniencia o que nos hace
sentir incómodos; preferimos estar alejados de personas que no son muy
saludables, hermosas o inteligentes, como lo somos nosotros.
Afortunadamente hay una persona
que no nos trata de esa manera, alguien que nos ama con un gran amor, que
siempre nos recibirá en su familia, no
importa que tan destrozados estemos, física o mentalmente.
Esta noche, antes de ir a dormir, reza
una oración a dios para que él nos de la
fuerza para poder aceptar a la gente tal como es, y para que nos ayude a ser
mas comprensivos con esas personas que son diferentes a nosotros.
Existe un milagro que se llama
"Amistad" que existe en el corazón. Tu no sabes como pasa, ni como
empieza, pero tu sabes la ayuda especial que tiene y te das cuenta que la
amistad es el regalo mas preciado que tenemos.
Los amigos son una joya muy rara,
en toda la extensión de la palabra, ellos nos hacen sonreír y nos apoyan para
que progresemos; ellos nos prestan un oído, comparten una palabra de sabiduría
y siempre van a abrir su corazón para
nosotros. Diles a tus amigos lo mucho que ellos
te importan.
Las galletas
Buscó un banco en el andén
central y se sentó preparada para la espera. Mientras hojeaba su
revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Improvisadamente la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola
palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y
comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.
La mujer se molestó por esto, no
quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de
cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete
y saco una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo
fijamente a los ojos.
Como respuesta, el joven tomó
otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrío. La señora ya enojada,
tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer
otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y
sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, y
el muchacho cada vez más sonriente.
Finalmente, la señora se dio
cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta. "No podrá ser
tan cara dura", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al
paquete de galletas.
Con calma el joven alargó la
mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por
la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su
compañera de banco. -"¡Gracias!" - dijo la mujer tomando con rudeza aquella
mitad. - "De nada" - contestó el joven sonriendo suavemente mientras
comía su mitad. Entonces el tren anunció su partida...
La señora se levantó furiosa del
banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al
muchacho todavía sentado en el andén y pensó:"¡Qué insolente, qué mal
educado, qué será de nuestro mundo!".
Sin dejar de mirar con
resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella
situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se
quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete
de galletas intacto.
Cuántas veces nuestros
prejuicios, hacen valorar erróneamente a las personas; cuántas veces la
desconfianza ya instalada en nosotros, hace que juzguemos injustamente
perdiendo la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones.
Los niños
Los
niños vienen en tamaños, pesos y colores surtidos. Se les encuentra
dondequiera: encima, debajo, dentro trepando, corriendo y saltando. Las mamás
los adoran, las niñas los odian las hermanas y los hermanos mayores los toleran
; los adultos los desconocen y el cielo los protege. Un niño es la verdad con
la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado, la esperanza del futuro con
una rana en el bolsillo.
Un niño tiene el apetito de un caballo, la digestión de un tragaespadas, la energía de una bomba atómica, la curiosidad de un gato, los pulmones de un dictador, la imaginación de Julio Verne, la timidez de una violeta, la audacia de una trampa de acero, el entusiasmo de una chinampa, y cuando hace algo, tiene cinco mil pulgares en cada mano.
Le encantan los dulces, las navajas, las sierras, la Navidad, los libros con láminas, el chico de los vecinos, el campo, el agua (en sus estados naturales), los animales grandes, papá, los trenes, los domingos por la mañana y los carros de bomberos.
Le desagradan las visitas, la doctrina la escuela, los libros sin láminas, las elecciones de música, las corbatas los peluqueros, las muchachas, los abrigos, los adultos y la hora de acostarse.
Nadie más que él se levanta tan temprano ni se sienta a comer tan tarde. Nadie más puede embutirse en el bolsillo un cortaplumas oxidado, una fruta mordida, medio metro de cordel, un saquito de tabaco vacío, caramelos, seis monedas, una honda, un trozo de sustancia desconocida y un auténtico anillo supersónico con un compartimiento secreto.
Un niño es una criatura mágica; usted puede cerrarle la puerta del cuarto donde guarda las herramientas, pero no puede cerrarle la de su corazón; puede echarlo de su estudio, pero no puede echarlo de su pensamiento. Todo su poder se rinde ante él. Es
un carcelero , su amo, su jefe… Él, un manojito de ruido, carita sucia ; pero
cuando usted llega a su casa por la noche, con sus esperanzas y sus ambiciones
hechas pedazos, él puede remediarlo todo con dos palabras mágicas: “Hola papito”.
Las niñas
Una
niña nace con una aureola de brillo angelical del que siempre queda el
suficiente halo de luz para cautivarnos el corazón, aunque se siente en el
lodo, llore a todo volumen, haga una rabieta o camine por la banqueta
presumiendo, después de haberse puesto las ropas y zapatos de mamá.
Ella puede ser la más cariñosa del mundo y también la más necia . Se le encuentra brincando, produciendo toda clase de ruidos que ponen los nervios de punta; cuando se le llama la atención, se queda quietecita, humilde y con un brillo angelical en los ojos. Ella es la inocencia jugando con la tierra, la belleza echando maromas y también la más dulce expresión del amor materno cuando acaricia y duerme a su muñeca.
Las niñas vienen en cinco colores diferentes: negro, blanco, rojo, amarillo
y café… lo curioso es que siempre usted obtiene su color favorito. hay millones de niñas
pequeñas y cada una tan preciosa como una finísima joya.
Cuando la crea Dios, utiliza una parte de la materia prima de muchas de sus criaturas: usa del ruiseñor los cantos, de la mulita la terquedad, del chango las monerías, los brincos del chapulín, la curiosidad y suavidad del gato, de la gacela la ligereza, de la zorra de la astucia y a todo ello se le añade la mente incomprensible y misteriosa de la mujer.
Le agradan los zapatos nuevos, las muñecas, los helados, los vestidos domingueros, las cosas para adornarse el pelo, el jardín , los pajaritos, la niña del vecino, jugar a la casita, a la tiendita, las lecciones del baile, los libros de iluminar, el polvo, el perfume y los
días de campo…. no le gustan los perros grandes, los niños, ni que le peinen el pelo.
Es la más ruidosa cuando usted está pensando en sus problemas, la más bonita cuando le ha hecho despertar, la más ocupada a la hora de dormir, la más seria e intratable cuando usted quiere que luzca frente a las visitas y la más coquetuela cuando usted a resuelto que, definitivamente, otra vez no va a salirse con la suya. nadie le da mayores aflicciones o alegrías, disgustos, satisfacciones o el más legítimo orgullo, sólo puede hacerlo una mezcla rara de la Caperucita Roja y el Ratón Miguelito.
Puede desarreglarle sus papeles de trabajo, el pelo, la cartera; hacerlo perder inútilmente tiempo y dinero y, precisamente, en ese momento aparece con su aureola angelical. Como por encanto se borra todo disgusto. A veces le parecerá una calamidad que lo desespera, lo que pone de nervios, con sus ruidos y travesuras; pero cundo usted siente que sus esperanzas están a punto de derrumbarse y parece que se le cierra el mundo y llega a pensar que es un tonto que merece fracasar, ella lo convierte en un rey cuando se sienta sobre sus rodillas, lo abraza, lo besa tiernamente y le dice muy quedito “Papito,
te quiero mucho”
Cartas contra la autoridad
Querido maestro:
Como ves, aún te conservo en mi memoria con
cierto afecto. Han pasado ya muchos años desde que me diste mi boleta por
última vez. Dejaste de existir para mí durante mucho tiempo, apenas hace unos días
me di cuenta de que sobrevivías en algún lugar donde yo he arrumbado todo
aquello que no quiero tener presente.
Ahí estabas tú. Acabo de encontrarte mientras
hacia limpieza, intentando dar un lugar en mi vida a aquellos recuerdos. Ahí
estabas tú. Y hoy estás aquí, entre las hojas blancas y yo. No sé nada de ti,
ni siquiera sé si existes ni qué has hecho con tu vida. Pero tengo que hablar
contigo.
Te parecerá extraño que yo, un alumno tan
gris, tan poco capaz, cuya voz escuchaste en contadas ocasiones, hoy se dirija
a ti en un tono tan alto. Es necesario. No habrá concierto, sólo un ajuste de
cuentas.
Soy Hernán, seguramente me olvidaste hace
muchos años. Un maestro no puede recordar los nombres de todos sus alumnos, y menos los de aquellos
que nunca destacaron en nada. Esta carta parece reproche, tal vez lo sea, lo
sabremos cuando termine. En todo caso es bueno que sepas que la escribo por un
imperativo. No puedo eludirlo. Si no quieres seguir leyendo, no lo hagas,
escribo para mí.
Estoy en un momento difícil de mi carrera.
Estudie derecho y me han ofrecido una plaza en la universidad. Cuando escuché
la propuesta, pedí que me dieran unos días para pensarlo, y mientras lo hago,
tú apareces en mi memoria.
¿Por qué juegas un papel en mi decisión?, ¿Por
qué apareces en este momento? Nadie te ha llamado, y sin embargo estás tan
cerca que aún puedo escuchar tú voz empapada de ironía diciendo: “¿Así que Hernán
no ha hecho de nuevo la tarea? No te preocupes Hernán, todos sabemos que eso no
es para genios como tú, que todo lo entienden sin necesidad de estudiar. ¡Qué
hagan la tarea los bobos, los incapaces, no los que puedan salir indemnes de
una tormenta de ceros!, ¡Sigue así, vas a llegar muy lejos!”. Aún resuenan en
mis oídos las carcajadas de mis compañeros. Tal vez tú nunca te diste cuenta,
pero nos estabas enseñando una de las peores velas de la crueldad: el burlarse
de los demás.
Difícilmente podrá medir el alcance de tu
error, los niños somos propensos a burlarnos de los demás, de la misma manera
que acostumbramos mostrar nuestro enojo golpeando, se nos prohíbe golpear con
el argumento de que somos gente civilizada, mientras nos alientan a utilizar la
burla y la ironía para canalizar nuestra agresión.
Aprendimos muy rápido. Nos tomo mucho menos
tiempo que memorizar los nombres de los héroes patrios, incluso a ellos les
pusimos apodos, al igual que a ti, para que resultara mas difícil de
identificarlos. Tú sabes que yo nunca fui un alumno brillante, pero esa lección
me quedo bien grabada: cuando quieras que alguien se sienta mal, búrlate de él.
Y tengo que reconocer, avergonzado, que la he aplicado a menudo.
No creas que eras el único, varios maestros –
cuyos nombres por suerte no recuerdo – te apoyaron en esta empresa, el maestro
de educación física gozaba durante los partidos de vollei bol gritándole a
Paco: “¡tienes dedos de mantequilla, no puedes ni golpear una pelota!” Esto fue
suficiente para que Paco se convirtiera en el “Dedos”, bromas inocentes, por su
puesto, seria ridículo buscar maldad en ellas, pero también seria absurdo negar
el peso que tuvieron en nuestra educación.
No todo fue negativo, por su puesto. Y hay que
tener presente que eras joven y no tenias mucha experiencia en la docencia.
Pero estos días me he venido preguntando si la juventud o la inexperiencia justifican
estas actitudes. No he dado una respuesta definitiva, pero me inclino a creer
que más que una falla del maestro era un vacío del hombre.
Claro, los maestros también son hombres, estoy
consciente de ello, pero tal vez no sean los más adecuados para confiarles la
educación de los niños.
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